En el año 1.988, una docena de viticultores de Ábalos, al frente de ellos el infatigable Ricardo Peciña, decidió aunar sus esfuerzos y asomarse fuera de sus respectivos lagares familiares, donde elaboraban maceración carbónica, para montar una bodega en condiciones y trabajar con más desahogo. Nacían las bodegas Solabal, (nombre de Ábalos, leído al revés y ligeremante modificado para su lectura). Durante todos estos años han logrado hacerse con 125 hectáreas de tempranillo, y 700 barricas de roble americano. Como ya suele ser habitual, con estas tres últimas añadas, 94, 95 y 96, han vendido todo y marchan viento en popa, pero con precios contenidos, justos y adecuados, cosa que, en los tiempos que corren, empieza a agradecer el bolsillo. En general, los vinos de la bodega tienen gancho, pero el 96 , aparte de un bonito y cubierto color, tienen un limpio y atractivo aroma del roble americano, y va muy bien acompañado de un agradable aroma frutal de gran calidad. La boca es consistente, sabrosa y larga. El postgusto deja una sensación realmente grata y aunque acaba de salir al mercado va a tener un par de años en los que va a dar mucha guerra y buenas vibraciones. |